9/10/17


“- Te quiero- susurró- . Tú no me crees, pero es verdad.

- Sí que te creo.

Sí, era cierto. El problema era que la palabra <<amor>> se prestaba a tantísimas interpretaciones… Podía, perfectamente, no tener nada que ver con la exaltación, con el lago y los castaños, o con remontar el acantilado al atardecer, deteniéndose para besarse y admirar el mar malva a sus pies. Oír las gaviotas. Para otra persona, podía significar un te quiero sin más, eres encantadora, y muy atractiva, me encanta estar contigo. Nos hacemos felices, ¿verdad que sí, cariño mío?”
A la intemperie. Rosamond Lehmann

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