“Súbitamente me di cuenta de que no la iba a poder
sufrir más. De que no la iba a obedecer más, después de aquellos días de
completa libertad que había gozado en su ausencia. La noche inquieta me había
estropeado los nervios y me sentí histérica yo también, llorosa y desesperada.
Me di cuenta de que podría soportarlo todo: el frío que calaba mis ropas
gastadas, la tristeza de mi absoluta miseria, el sordo horror de aquella casa
sucia. Todos menos su autoridad sobre mí”
Nada - Carmen Laforet
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