“¡Cómo vemos todo lo relativo al ser amado con una
luz distinta, más piadosa! Y el rencor por las ofensas sufridas… ¡cómo se
transforma de pronto en un remordimiento sin límite por no haberlas perdonado!
Sus culpas ya no son culpas sino actos de ligereza, inocentes y hasta generosos
que, por no ser lo bastante inteligentes, o por puro egoísmo, no hemos sabido
reconocer como tales. ¿Qué no daríamos para que él estuviera de nuevo aquí
ofendiéndonos, hiriéndonos, sí, pero devolviéndonos la vida!”
La ventana. Mario Soldati
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