15/12/17

“Sus ojos, grandes y azules, habían tenido diez años antes un imperioso vigor; eran tan claros, tan joviales, tan despreocupados que no podían menos de subyugar a quienes a él se acercaban. Ahora, al borde de la cuarentena, esa claridad y buen humor se habían esfumado casi por completo. Esos ojos, rodeados ya de ligeras arrugas, delataban, por el contrario, el cinismo de un hombre gastado y no del todo moral, al par que malicia, ácida ironía y otro matiz que antes no había existido: un matiz de tristeza y dolor, una especie de tristeza abstraída, imprecisa pero aguda”
El eterno marido - Fiódor M. Dostoievski

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