18/12/17

“no cabía duda de que la muchacha era orgullosa. Considerando que había hablado demasiado, se encerró de pronto en sí misma y calló; es más, miró con odio a Velchaninov por haberla hecho hablar tanto. Hacia el final del trayecto su agitación histérica casi había desaparecido, pero la muchacha se sumió en un mutismo meditabundo y tenía el aspecto adusto y sombrío, resueltamente obstinado, de una criatura selvática”
El eterno marido - Fiódor M. Dostoievski

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