“Los niños cultivarían en casa, en el alféizar, la
planta que había brotado, clorótica, de la semilla arrugada. El agua cada vez
más turbia se iría llenando poco a poco de filamentos, unos tallos y unas hojas
enfermizos se alargarían hacia la ventana, ávidos de luz, hasta que, un buen
día, toda esa comedia de una vida, nacida sin oportunidades desde el principio,
tocaría a su fin. Las madres tirarían por el váter esa agua apestosa con toda
su parodia de ser vivo y con la gasa ennegrecida y putrefacta. Por el momento,
sin embargo, el laboratorio estaba inundado de luz y los frascos centelleaban”
Solenoide - Mircea Cartarescu
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