“¡Qué
sala tan preciosa!- exclamé.
-
¿Verdad que sí? Juntamos dos habitaciones para montarla.
Aquel
plural resonó con dolor en mis oídos. Los imaginé haciendo planes,
organizándolo todo juntos, un salón para Nicola, que estaría encantada y lo
luciría antes sus amistades, sin plantearse ni por un instante que yo entraría
en su casa y lo vería... Yo me decía que los cuartos que monta una pareja, las
posesiones comunes, no tienen ninguna importancia, que no constituyen un
vínculo verdadero... Pero no es verdad, son potentes”
A la intemperie. Rosamond Lehmann
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