“coges un libro que luego abandonas, horrorizada,
por la tristeza del trasiego, que no es otro que el del tiempo, el tiempo
quejumbroso que discurre por todas las calles sin detenerse jamás; por esas
vidas que van y vienen, por los pasos y las voces con propósitos fútiles y
agitación melancólica que desaguan mi vida por la ventana con su estela
reverberante, dejándome seca, desamparada, estéril, prisionera de la irrisoria respetabilidad
de la habitación, de la estufa de gas, del cigarrillo, del esperado toque del
timbre, de la estúpida compañía del gramófono, del despiadado sillón, de la
cama estrecha, de las bolsas de agua caliente enfriadas, del sueño que debo
dormir”
A la intemperie. Rosamond Lehmann
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